Consejo de Hermandades y Cofradías de la Diócesis de Ceuta

Santuario de Nuestra Señora de África

La historia del Santuario comienza con el envío de la imagen de Nuestra Señora de África a Ceuta en 1421 por parte de D. Enrique el Navegante con este mensaje: «Os envío una imagen de la Virgen, asaz devota mía», añadiendo que a esa imagen se le había rendido culto anteriormente y que en adelante la venerasen y nombrasen con la advocación de Santa María de África.

El Infante era Gran Maestre de la Orden de Caballeros de Nuestro Señor Jesucristo, la cual llegaría a alcanzar gran relieve en la ciudad, manteniendo su privilegiada situación hasta el siglo XVIII. Precisamente la imagen era un regalo del mencionado infante a los Caballeros de esta orden, la cual vino además con el mandato de construir un templo bajo su advocación y que fuese encomienda de dicha institución religiosa militar. El primitivo templo se identificaría, al parecer, con la cabecera del Santuario actual, aunque en su fábrica no se advierte ningún vestigio de obra medieval.

El edificio tiene una morfología barroca. Las primeras noticias sobre obras en el edificio se fechan en el último tercio del siglo XVII, concretamente en 1676, cuando hay que habilitar el Santuario como sede del Cabildo catedralicio ante el estado de ruina de la primitiva iglesia catedral, y en 1697, cuando se reparan los desperfectos causados por el Sitio a que en ese momento era sometida la ciudad

En los primeros años del siglo XVIII se inicia un ciclo de obras, que dura hasta mediados de dicha centuria y que será el responsable en buena medida del aspecto actual del edificio.

Como fecha de arranque tenemos la de 1703-1704, en el pontificado de D. Vidal Marín, el cual «renovó la capilla y colaterales de la Iglesia de Nuestra Señora de África con bóvedas a prueba de bomba, hizo el panteón, puso nuevos retablos, reparó el techo y el cuerpo de la Iglesia con gruesos y espesos muros». Pocos años después, el Obispo D. Sancho de Velunza y Corcuera, preocupado por «la reparación y el ornato de los templos», reedificó el Santuario, entre 1714 y 1716, haciendo «nuevo coro y sillería». Durante el pontificado de D. Tomás de Agüero (1721-1726) continúa la actividad constructiva, ampliando el templo y completándolo con dos sacristías.

A causa de las vicisitudes atravesadas por la población en estos años (asedio de los Treinta Años, peste de 1743.44…) y que incidieron negativamente en el Santuario, éste fue sometido a un profundo proceso de reformas durante el pontificado de Martín de Barcia (1743-1755). Obras que trajeron como resultado final la consagración definitiva del templo, decorándose con pinturas y colocándose el actual retablo mayor y las campanas. La lápida colocada en una de las capillas de los pies del templo nos da la fecha del 5 de agosto de 1752 como la de su consagración, refiriéndonos además los asistentes a tan solemne acontecimiento.

Durante la primera mitad del siglo XVIII se realizó un amplio proceso de obras, que debió de darle a éste la fisonomía que presenta actualmente, al menos en su interior. El exterior, aunque participa de la estética dieciochesca, se adivina algo más transformado durante los siglos XIX y XX.

Tiene una planta rectangular con tres naves, más ancha y alta la central, divididas en cinco tramos, a las que se adosa cabecera tripartita, compuesta a su vez por la capilla mayor y dos colaterales, todas ellas rectangulares. A esta cabecera se adosan la sacristía y otras dependencias del templo.

Sobre el tramo de los pies de la nave central se sitúa, en alto, el coro, ocupando el sotacoro el vestíbulo del templo, flanqueado a su vez por dos pequeñas capillas cuadradas. Los tramos de los pies de las naves laterales son ocupados por sendas capillas de planta rectangular y de poca elevación.

Como soportes y a la vez como elemento de compartimentación y separación de las naves se utilizan pilares de sección cuadrada apoyados en pedestales. Los muros conservan restos de pinturas murales, cuyo motivo son cartelas rectangulares entre la que se intercalan temas florales.

El Infante era Gran Maestre de la Orden de Caballeros de Nuestro Señor Jesucristo, la cual llegaría a alcanzar gran relieve en la ciudad, manteniendo su privilegiada situación hasta el siglo XVIII. Precisamente la imagen era un regalo del mencionado infante a los Caballeros de esta orden, la cual vino además con el mandato de construir un templo bajo su advocación y que fuese encomienda de dicha institución religiosa militar. El primitivo templo se identificaría, al parecer, con la cabecera del Santuario actual, aunque en su fábrica no se advierte ningún vestigio de obra medieval.

El edificio tiene una morfología barroca. Las primeras noticias sobre obras en el edificio se fechan en el último tercio del siglo XVII, concretamente en 1676, cuando hay que habilitar el Santuario como sede del Cabildo catedralicio ante el estado de ruina de la primitiva iglesia catedral, y en 1697, cuando se reparan los desperfectos causados por el Sitio a que en ese momento era sometida la ciudad

El sistema de cubiertas del edificio consiste en bóvedas de cañón. El presbiterio, de menor altura que la nave central, se cubre con bóveda de cañón. La capilla colateral del lado del Evangelio lo hace con bóveda de aristas, sistema también empleado en su compañera del lado de la Epístola, actual Capilla Sacramental.

Por encima del arco toral y en el frente que mira a la nave central se desarrolla una interesante composición decorativa formada -al parecer mediante yeserías- por una gran concha (debajo de la cual aparece una cabecita de querubín) rodeada de abundante hojarasca.

En los exteriores del edificio la nota predominante es la sobriedad decorativa y la severidad de líneas. El aspecto actual que presenta la fachada se debe a las obras de restauración que se realizaron en 2002.

La fachada de los pies, en la que se abre el acceso al Santuario, obedece en su diseño a un sencillo esquema geométrico: un rectángulo rematado por un triángulo. El imafronte se divide en tres zonas por medio de dos pilastras toscanas (anteriormente eran colgantes de la cornisa hasta media altura). La zona central muestra la portada de acceso al templo, compuesta por un arco escarzano.

Encima se abre una ventana donde se encuentra una imagen de la Virgen de África (anteriormente en este lugar se abría una ventana flanqueada por dos palestrillas toscanas). Sobre ella y dentro de un recuadro, el lema «IHS» envuelto en hojarasca. Rematando todo ello por una cornisa y frontón triangular en cuyo tímpano se abre un óculo. En las zonas laterales se abren ventanas rematadas por sencillos balcones.

Las fachadas laterales participan igualmente de esta desnudez decorativa. En el tercio superior de los muros se abren simples ventanas entre pilastras toscanas.

En la fachada del lado del Evangelio (la de la izquierda tomando como referencia la fachada principal) se adosa una portada ciega. Esta puerta parece de moderna ejecución, aunque inspirada en modelos barrocos.

En la zona de la cabecera encontramos el escueto volumen del presbiterio, a menor altura que el resto del templo, acompañado por la sacristía y demás dependencias al servicio del Santuario. En esta zona se alza la esbelta espadaña, compuesta de dos cuerpos.

En la parte baja de lo que es la Capilla Mayor existe una cripta con enterramientos de nobles y clérigos (siglos XVIII y XIX) entre los que existe el correspondiente a una hija de los Duques de Medinaceli.

En el interior de esta iglesia, sus elementos arquitectónicos muestran una estética barroca. El esplendor ornamental encuentra su punto culminante en el retablo mayor. El templo de Nuestra Señora de África muestra una clara dualidad entre la severidad lineal exterior y la riqueza de elementos del interior; pinturas murales, retablos, etc., contraste nada extraño en el barroco andaluz del siglo XVIII. Tiene su sede canónica la Cofradía de Caballeros, Damas y Corte de Infantes de Santa María de África.

   Capilla Mayor:

En ella encontramos el conjunto formado por el retablo mayor, obra de estilo barroco y ejecutado en madera tallada y dorada. Fue costeado por el obispo D. Martín de Barcia, fechándose en torno a 1.752. Ocupa todo el frente del presbiterio, siendo de planta semicircular y cobijándose bajo un gran cascarón. Su estructura arquitectónica se compone de banco, un cuerpo dividido en tres calles y ático.

En el primer cuerpo del retablo se articula en sentido vertical, con columnas salomónicas en su tercio inferior. En el cetro se abre la hornacina de la Virgen de África con su camarín, comunicada con el presbiterio mediante un vano trilobulado. Las hornacinas de las calles laterales están abiertas en arco de medio punto. El ático lo ocupa una hornacina rematado por el escudo episcopal envuelto en trompetas.

El retablo aparece presidido, en su calle central, por la imagen de Nuestra Señora de África. Dicha imagen fue enviada a Ceuta en 1.421 por el Infante Don Enrique de Portugal, según consta en un escrito firmado por el propio Infante y fechado en 1460.

Iconográficamente responde al modelo de la Virgen de la Piedad, en el que la Madre, con patético gesto de dolor, mira el cuerpo inerte de su Hijo que descansa sobre sus piernas. La Virgen, sentada en un sencillo trono, es una figura de proporciones largas y delgadas, en cuyo rostro de aspecto maduro se refleja una expresión de dolor contenido en sus finos labios apretados con una triste mirada en sus ojos bajo largas cejas arqueadas.

El rostro aparece ceñido por toca, en sustitución del velo habitual y ocultando el cabello de la Virgen, para producir el efecto de pena y ancianidad. Viste túnica con estrecho cinturón y pliegues finos y regulares en caída vertical, los cuales se pliegan sobre la peana dejando al descubierto las puntas del sencillo calzado. La figura aparece cubierta por un amplio manto por encima de la toca, el cual se dispone envolviendo hombros y brazos, cruzándose a la altura de los tobillos

El cuerpo de Cristo muerto reposa sobre las piernas de María, quien sujeta con su mano derecha la cabeza, mientras dirige la izquierda hacia su corazón. La figura de Cristo, llega al límite del patetismo, convirtiéndose en un cuerpo escuálido, con rasgos anatómicos marcados con crudo realismo, buscando la rigidez propia de un cadáver. Sus ojos parecen cerrados bajo finas y largas cejas arqueadas. Los brazos pegados al tronco, doblándose y cruzando las manos encima del vientre. Un paño cubre la mitad de sus muslos. Las piernas dobladas en ángulo muy acusado, descienden unidas sin llegas hasta la peana.

La imagen está tallada en un solo bloque de madrea, excepto la cabeza de Cristo y la mano izquierda de la Virgen, ahuecándose en la zona posterior, según costumbre de las imágenes destinadas a ubicarse en altares o retablos. Este hueco aparece cubierto en la actualidad por una tapa de madera formada por varios tablones.

En la figura de Cristo se conservaba, aunque bajo repintes, una policromía de gran calidad; en la Virgen, el proceso de restauración ha podido recuperar su fisonomía original, conservada íntegramente. En las vestiduras, los distintos repintes sufridos han hecho irrecuperable la policromía primitiva.

De los datos históricos se deduce que la imagen ya existía en 1.421. Este dato y su estudio estilístico apuntan una cronología en torno al 1.400. En cuanto a su autoría es anónima. Posiblemente fuese un artista foráneo en el país luso, pues era frecuente la presencia de artistas europeos en Portugal y por otra parte no parece posible vincular esta Virgen con ninguna de las obras portuguesas conocidas de ese momento. Los paralelos más cercanos se localizan en la imaginería germánica de los siglos XIV y XV.

En la calle lateral izquierda se ubica la escultura de San Agustín, ataviado con indumentaria episcopal y capelo cardenalicio llevando la mitra en su mano izquierda. En la calle lateral derecha aparece San Francisco de Sales, llevando un libro en su mano izquierda y pluma en la derecha. En el ático figura una escultura del apóstol San Pedro.

En los muros del presbiterio se colocan sendos ángeles volantes fechados en el siglo XIX. El púlpito, en jaspe rosa tiene su origen en una antigua cantera ceutí.

 

En este templo tiene sus sedes canónicas las siguientes hermandades:

  • Cofradía de Caballeros, Damas y Corte de Infantes de Santa María África Coronada.
  • Hermandad de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Vera Cruz y Nuestra Señora del Desamparo.
  • Fervorosa Cofradía y Hermandad de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Sacratísima Virgen de la Esperanza.
  • Venerable y Real Cofradía del Santo Entierro de Nuestro Señor Jesucristo y Nuestra Señora de la Soledad.
  • Hermandad de Penitencia del Santísimo Cristo de la Expiración, María Santísima del Amor y San Juan Evangelista.